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Dic, 2021.- Si hay algo en lo que somos muy buenos los cubanos es planificando estrategias, creando mecanismos de control y regulación, y algo en lo que somos muy malos es aplicando dichas ideas, implementando, llevando a vías de hecho todo lo soñado.

Los desvíos en la implementación de la Tarea Ordenamiento son de los más recientes ejemplos de cuánto lastran la burocracia, la mala interpretación de decisiones, la desidia y la falta de pertenencia, las buenas pretensiones de un gobierno al que nadie en el mundo puede señalar con el dedo por no velar por los suyos.

Y es que el aumento de los planificados índices de inflación, la duplicación de la canasta familiar de bienes y consumo a pesar de los numerosos cálculos que le antecedieron, y el sobredimensionamiento de la potestad adjudicada a algunas empresas estatales en materia de formación de precios como parte de la tan necesaria descentralización de funciones y flexibilización de la economía, dan al traste con las buenas y nobles proyecciones de impulsar el desarrollo en Cuba de todos los sectores.

Eso de las trabas y el burocratismo no es nada nuevo, ya en 1963 Ernesto Che Guevara había declarado la guerra a ese mal que impide el avance de cualquier proyección progresista.

Ejemplos en la cotidianidad nuevitera hay muchos, desde las pérdidas económicas arrastradas durante años por una entidad porque no se conciliaban las cuentas por cobrar y pagar, cuestión de salir por una puerta y entrar por otra, literalmente hablando, hasta la tardanza en más de dos años para legalizar una vivienda en arrendamiento según lo estipulado en el acuerdo 8574 del Consejo de Ministros de 2019, porque aún no se analiza el caso en el Consejo de la Administración, cuando la propia norma establece un término de hasta cien días luego de recepcionada la documentación.

Aclaro que no pretendo echar culpas a nadie ni cuestiono la inmensa responsabilidad de trabajo de esa estructura de gobierno, que se vio sobrecargada en los duros tiempos de la pandemia.

Pero lo cierto es que mientras se encuentra un huequito para poner una firma en un papel o hacer un análisis de apenas unos minutos, una familia entera espera desesperadamente para encausar sus planes de vida, y todo por hacerlo bajo el amparo de la legalidad, sin que llegue una respuesta oportuna de por dónde anda el caso.

El primer secretario del Partido Comunista y presidente de la República Miguel Díaz-Canel ha hecho alusión en innumerables ocasiones a la necesidad de destrabar mentalidades obtusas y convocado a trabajar sin burocracias, sin dogmas, con realismo e ideas colectivas, pero aún los cubanos seguimos cosechando zancadillas que entorpecen las reformas, laceran la calidad de vida del pueblo e incluso perjudican económicamente al país.

Lo peor es que en muchos casos se trata de cuestiones solubles, que solo dependían de una gestión preocupada, del seguimiento oportuno, de una firma o un cuño, en fin, de abrir los ojos y ponernos todos manos a la obra.

Cada sábado en el programa de participación ciudadana Toque de Clarín se destraban situaciones, a veces acumuladas en el descontento popular por años, y que de forma mágica resuelve el primer secretario del Partido en la provincia con solo poner el dedo en la llaga.

¿Acaso era necesario que a determinado administrativo le llegara por la “canalita” la orden de que había que controlar la calidad de la obra o que debía existir retroalimentación entre los diferentes niveles para que cada responsable supiera a tiempo su papel en la solución de determinada dificultad?

No estamos en tiempos de esperar a que nos den orientaciones, hay que ser proactivos, interesarse más por los problemas de los demás, exigir derechos, pero también cumplir con los deberes.
La Revolución de la que somos hoy continuidad y que implica cambiar todo lo que debe ser cambiado, como la definiera genialmente Fidel, depende en gran medida de despojarnos de esas viejas prácticas encartonadas y de que miremos hacia el futuro con la mente abierta y el corazón puesto en Cuba.

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