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Mar, 2022.- ¡Qué placer tan sublime el de leer! Diría que es una adicción para mí, desde que descubrí tantas emociones tras la página de un libro no he logrado separarme de ese hábito.

Cual polilla me apego a uno, y a veces hasta dos o tres al mismo tiempo, y los devoro con hambre de letras, de saberes, de aventuras. Quien conoce esa dependencia entonces sabrá que es incurable.

No hay como el interés inicial y la expectativa ante una lectura en ciernes, la emoción contenida cuando el texto arriba a su clímax y la decepción, sí, decepción, cuando concluye y quieres que continúe la narración, que no se aparten de tu vida los personajes.

Y con qué enfado los amantes de la lectura injuriamos al autor que deja morir a un protagonista o cambia el giro de la narración. A veces pecamos hasta de egoísmo y excentricidad, todo justificable por la adicción.

Confieso me resulta imposible separarme de los libros, y hasta me inquieto al pasar un solo día sin visitar sus páginas. ¿Será locura la necesidad imperiosa de leer aunque vaya en un medio de transporte? Si hasta los famosos trencitos nueviteros ya conocen mi predilección.

Los libros pueden inspirar todo tipo de emociones, locura, pasión, odio, amor, terror, y es que a eso nos enseñan ellos, que para mí son mis mejores amigos.

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