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Mar, 2022.- Las familias no tienen fórmulas, recetas o modelos predeterminados. Pueden ser azules, verdes, magentas, grises, naranjas, incluso, una mezcla de todas o de ninguna.

Porque si prevalece el sentimiento en casa se ama sin horarios, fechas. Se puede decir a la vez te quiero, te extraño, de las formas más diversas como disímiles son los seres humanos.

Amar, porque así es el sentimiento en las familias, también es de personas locas y cuerdas, de gente común y sobresaliente, de instintos y pasiones, de respeto y equidad, de lazos en común aunque no medie un papel que indique la unión formal, porque puertas adentro de casa solo importa el sentimiento que te sobrecoge el pecho y te hace ser mejor.

Y ser mejor, además, es saber que tus derechos, igualmente, deben ser para tu compañera de aula que se ve triste porque es incomprendida, o tu vecino malmirado por quienes pretenden defender sus criterios a toda costa, sin mirar que lo primero, lo realmente necesario, son los sentimientos y valores de los demás.

Allí es donde hay que decir cuánto de necesario es levantarse y observar que una sociedad no se construye con el esfuerzo de una parte de su población sino con todas las manos de su gente, que la discriminación dice mucho de quienes la practican, que desde que el mundo es mundo no basta con querer cambiar el contexto, hay que empezar por cambiar para bien, desde nosotros mismos, el ser escuchado y saber escuchar.

Y sí, hoy sé cuánto de poderoso es el amor, ha tocado las puertas, incluso en tiempos de pandemia, por eso deseo que todos los días vivan las familias en colores, con sus amores y sus modos, sin prejuicios, simplemente, llamémosles por su nombre: amor.

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