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Ene, 2022.- Corrían los últimos días de 1958, una tensa calma reinaba por doquier, los lugareños comentaban acerca de “los barbudos” que libraban encarnizadas batallas en la región más oriental del país, en tanto la dictadura de Fulgencio Batista se tambaleaba y en Nuevitas, como en toda Cuba, se vivían días difíciles.

Por entonces yo, pequeño niño de la ciudad, en el seno familiar me cobijaba tras un asolador apagón que oscurecía el entorno, mientras en medio de aquella quietud un gran estruendo dejó su impronta en mi memoria: se trataba de sendos petardos que los revolucionarios habían hecho estallar en la esquina de las céntricas calles Ignacio Agramante  y Joaquín de Agüero. Luego supe que el apagón era el resultado del apoyo a las explosiones  protagonizadas por el revolucionario Movimiento 26 de Julio.

Las  Pascuas de aquel año no nos regalaron tranquilidad, pues uno de mis tíos, miembro comprometido del Movimiento 26 de Julio, era enlace y se encargaba de guardar los materiales impresos y de guerra con que contaba el grupo en este territorio del norte camagüeyano. En el falso techo de la casa de mis abuelos –donde yo residía– él tenía bajo buen resguardo petardos elaborados con  niples de tubos galvanizados, municiones hechas con  casquillos metálicos de creyones de labio  e innumerables bonos de la organización revolucionaria.

Bajo aquellas circunstancias llegó el primer día de enero de 1959, en medio de susurros la gente decía “caballeros se cayó Batista” en tanto Radio Nuevitas, que se limitaba a poner sólo música, de buenas a primeras apareció encadenada con la emisora Radio Rebelde que permitía recibir de primera mano las instrucciones surgidas de la Comandancia General del movimiento revolucionario.

Un hecho curioso ocurrió aquella jornada: un oficial de la guardia de Batista –llamados casquitos por el casco metálico que se ponían– en pleno 1ro de enero se paseaba por la populosa  calle Acera de Martí (actualmente La Alameda), fusil en hombro, y una buena mujer del pueblo le dijo: “oiga Batista se fue, triunfó la Revolución” y ante el desconcierto de la noticia desapareció aquel pobre hombre.

Todo fue diferente, el pueblo se lanzó a las calles, las botellas que no se pudieron abrir para despedir el año acompañaron las primeras luces de 1959 y muchas lágrimas se asomaron a los ojos de los nueviteros, quienes recordaban el precio pagado para alcanzar la victoria. Por ella se perdieron vidas, sobre todo, de jóvenes que la entregaron por un mañana mejor.

Vendrían nuevos combates, se tomaría el cuartel de la tiranía y emprendería el complejo camino de la construcción de una sociedad diferente.

Se polarizaron las posiciones y el pueblo hizo valer su legítimo derecho a seguir el camino elegido, porque aquel 1ro de enero de 1959 abrió “las primeras luces”.

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