Mar, 2022.- Mi pequeño volvió a recibir otra dosis de esperanza cubana.
¡Increíble que solo dos góticas bajo la lengua puedan suponer la diferencia entre salud y enfermedad, vitalidad y parálisis, vida y muerte!
Y aunque el comienzo con un día de retraso de la vacunación antipoliomielítica en Nuevitas pueda disgustar a algunos, lo cierto es que no hay contratiempos logísticos que opaquen la grandeza de este logro de la ciencia en la Isla.
Recibir las gotas salvadoras en el consultorio médico de la familia fue cosa de coser y cantar, como dice el refranero popular ante situaciones fáciles. Allí estaba en pleno mediodía la enfermera dispuesta a atendernos, y mi peque, presto y disciplinado, abrió su boquita para recibir la medicina.
Es válido destacar la labor de estas profesionales de la Salud Pública que por estos días incluyen a su quehacer diario el ir y venir por las calles nueviteras en busca del inmunógeno en el policlínico Francisco Peña Peña.
Para madres y padres de la mayor de las Antillas la poliomielitis es solo un difícil nombre de un padecimiento poco conocido, pero en el mundo este mal supone todavía una amenaza que provoca parálisis en las piernas o los brazos de infantes en Pakistán y Afganistán, donde es endémico.
Y peor aún, la pandemia de la COVID-19 también incidió en que las tasas de profilaxis disminuyeran internacionalmente, lo que provocó un brote de poliovirus en Malawi, África, el pasado año, y que 12 países de las Américas reportaran bajas coberturas de inmunización en el 2020.
Ante esta realidad la Organización Panamericana de la Salud insta a los gobiernos de la región a redoblar los esfuerzos para evitar la amenaza de la reintroducción de la poliomielitis en el continente, libre de la enfermedad desde 1994.
Cuba, sin embargo, sigue trabajando por la salud de sus infantes como una de las conquistas más humanas del proyecto social socialista, por ello no asombra que desde la década de 1960 se emprendieran campañas de prevención antipoliomielítica, que ya llegan a su edición número 61.
Por ello agradezco como madre la orientación oportuna en el círculo infantil para que asistiera al consultorio médico a proteger a mi niño, y las manos gentiles de la enfermera que lo inmunizaron. Una vez más, gracias, Cuba, por estas dos gotas salvadoras.