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David, personaje central de este relato, nació y partió hacia esa aventura, desde Playa Bonita, Santa Cruz del Sur. Una historia real.

Navegamos con marejadas fuertes en proa. Benito prepara la vara de pescar. Utiliza el típico anzuelo, pero con algunos añadidos que hacen la función de cebo.

«Estoy completamente mareado». Camino tambaleándome con los pies descalzos sobre la cubierta.

Encuentro un vacío en mis pies. Ni el mayor esfuerzo físico puede compararse con los efectos de nauseas en alta mar.

Logro llegar a mi camarote, vomito todo el desayuno. Pierdo el conocimiento o quedo profundamente dormido. En realidad no lo sé bien. Unas horas después me despierta la voz del patrón:

–Los felicito a todos: la captura de hoy ha sido muy buena.

En espera de la comida, la tripulación, con ropas secas, aprovecha el tiempo libre con un buen partido de dominó. Los jugadores hablan a la misma vez. Golpean con las fichas la mesa. Me invita el Galleguito.

–Venga, David, únase a nosotros.

–No, que va. No que va. Todavía no me siento bien.

–La felicitación también es para ti. Aguantaste hasta que pudiste. Olvídate del mareo. Ven a jugar.

–No, que va, Benito. La cabeza me da vueltas. Es mejor descansar. Hoy no voy a comer nada. ¿Para qué, si voy a vomitar la comida?

Me siento como si estuviera entre la vida y la muerte. Benito, el patrón, trata de darme ánimo.

–No te preocupes, muchacho, en una o dos semanas ya te adaptarás. Tendrás que alimentarte aunque eches las tripas después. Parece mentira que te vuelvas atrás. Tú mismo lo has dicho: anímate, que no hay infierno.

–No te inquietes, Benito, hasta que no cumpla el período de práctica no regreso a Cayo Largo. Además, es mejor ahora que después de graduado. ¡No!

–Claro muchacho. Yo confío en tí.

Transcurren tres semanas; tres semanas que me parecen una eternidad, pero ya estaba algo recuperado de los mareos. Los vómitos disminuyeron. La cabeza dejó de dolerme. Vamos una vez más hacia el golfo. Entramos al veril y las aguas toman un color azul fuerte. El veril está muy próximo a los islotes y cayos, precedido de una explanada de escaso relieve. Contemplo un gran pez:

–¡Miren hacia el horizonte! Allá se divisa un cachalote.

–Muchacho, no veo nada –reclama el patrón.

–¿Ustedes no ven aquel chorro grande de agua que parece una manguera cuando resopla para arriba?

–¿Dónde? –pregunta el patrón.

–¡Al suroeste!

Observo con los prismáticos el agua expulsada por el cachalote. Benito me explica que en ocasiones esos cetáceos se ven en lugares tropicales.



–La primera vez que vi un cachalote recuerdo que comenzaba en estas faenas y no conocía nada de eso y me preguntaba qué cosa era debido a lo grande de su tamaño y por tanto humo que expulsaba. Claro que después me explicaron mis compañeros que no era humo, sino agua que lanzaba a la superficie al respirar.

–Oiga, David, los cachalotes recalan por estos mares de Isla de Pinos porque son ciegos –afirma el Galleguito.

–No digas disparate. ¿Qué es eso de que los cachalotes sean ciegos?

–¡Óigame, yo no digo mentiras. Yo leí en un libro que esos cachalotes recalan en el trópico porque son ciegos!

Escuchar versión radiofónica de Peces Ciegos



–¿Qué libro, ni que libro?, eso es un disparate.

El patrón mira al este y pregunta al Galleguito:

–Oye, Galleguito, ¿ves algún ave, pero que no sea ciega?

Todos ríen y se tapan los ojos, menos el Galleguito que no celebra el chiste. Apenas se ve una gaviota. Sólo aparece algún rabihorcado de cuando en cuando y a gran altura.

https://www.ourplanet.com/es/video/return-of-the-whales/

Versión literaria obtuvo « MENCIÓN DE HONOR» Concurso Internacional Narrativa LIBRO DIGITAL «Uniendo Fronteras 2011»

Publicado en
https://camaguebaxcuba.wordpress.com/2025/04/16/peces-ciegos-relato-fotos-videos-audio/

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