Pin It

Mar, 2025.- Hace unos días, una amiga compartió conmigo, visiblemente indignada, que había sido acosada por un hombre en la terminal de ómnibus. 

"Lo más frustrante fue que, a pesar de mi obvia incomodidad, las personas que me rodeaban no hicieron nada para ayudarme", afirmó.

Relatos como este son, lamentablemente, tan habituales que llegamos a normalizar dichos comportamientos, lo cual es un grave error. Las manifestaciones del acoso son diversas, desde comentarios inapropiados hasta toques indebidos, pero todas comparten un elemento crucial: la atención recibida no fue solicitada ni bienvenida.

En la población joven el “piropo” a las mujeres es percibido como aceptable. Alrededor del 75 por ciento de los jóvenes entre 15 y 25 años acepta de natural esta conducta, y muchos la relacionan con “provocaciones de ellas por su forma de vestir”. 

Es desolador saber que nueve de cada diez féminas enfrentaron algún tipo de hostigamiento en espacios públicos, al menos una vez en su vida, y aún más preocupante, la mayoría no recibió el apoyo de los presentes.

El acoso callejero se percibe, con frecuencia, como algo inofensivo, pero las secuelas pueden ser profundamente dañinas.

Muchas víctimas terminan modificando sus rutinas, cambiando su comportamiento e incluso alterando la forma en que se visten para evitar una experiencia similar.

Estas medidas, en lugar de ofrecer alivio, deterioran la sensación de seguridad.

En algún momento comienzan a evitar ciertas zonas, esquivan grupos de hombres o usan audífonos para bloquear los sonidos del entorno. No sólo limita la autonomía, también refuerza un ciclo de miedo que siempre está presente cuando sale de casa.

Es urgente, como individuos, que dejemos de ser simples espectadores ante estas situaciones. Creemos un mundo seguro para las futuras generaciones; el cambio comienza cuando elegimos no ignorar.

Pin It