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Dic, 2024.- Ocho años han transcurrido desde que el Comandante en Jefe abandonó el plano físico.

Su legado se manifiesta desde la sonrisa de un anciano que recuerda los días de antaño hasta los dibujos de un colegial que, sin haberlo vivido, expresa la importancia de su figura en los relatos que le cuentan.

Fidel está en las aulas, donde motivan a cada estudiante a comprender su rol en la edificación de un futuro que aún lleva la impronta del líder revolucionario; porque los niños son el pueblo del mañana, como él mismo mencionó.

La consulta del hospital resuena con el eco de las políticas de salud que promovió.

Médicos y enfermeras, muchos de ellos formados bajo su mandato, brindan atención con fervor a pesar de las carencias provocadas por el cruel bloqueo genocida impuesto por Estados Unidos a la mayor de las Antillas.

Fidel está vigente en la rutina diaria; se le siente en los mercados, en los campos, en las bibliotecas y en los parques.

Una parte de él permanece viva entre los cubanos, resonando con fuerza desde aquel lúgubre 25 de noviembre.

Así, mientras el país enfrenta un panorama incierto, el Caguairán se erige como un faro e ilumina las esperanzas de una nación que busca su camino entre la historia y el presente.

Su relevancia es innegable; Cuba sigue siendo, en muchos sentidos, Fidel.

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