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Jul, 2024.- De piel muy blanca y manos fuertes, Ricardo Rivero Pérez es lo que podríamos decir un héroe del trabajo, sin que todavía ninguna condecoración se lo acredite.

Hace 42 años es estibador en el Puerto de Nuevitas, Camagüey, del Grupo Marítimo-Portuario Gemar. Comenzó con 21 y hoy tiene 63. Al terminar de cumplir misión internacionalista en Angola, país al que llegó con 19 años, una carta de empleo a su regreso a Cuba le permite entrar a trabajar al puerto al que le ha dedicado su vida, hasta hoy. En Angola también fue estibador portuario, de armas y alimentos, en los puertos de Lobito y Luanda.

«Es un trabajo fuerte, pero yo soy de procedencia campesina. El trabajo fuerte para el que vive en el campo es una cosa normal. Me acostumbré».

Aunque Ricardo es muchas cosas en un corazón. Eso pasa con los hombres que nacen para servir. Fue dirigente sindical, líder partidista, y además machetero, no cualquier machetero, probablemente de los mejores que recuerden las zafras del Camagüey. En apoyo a la contienda azucarera participó en 14 zafras. «Me iba por el Puerto a cortar caña, y hasta me gané mi casa».

La memoria de Ricardo es impresionante. Sus respuestas son rápidas y con detalles. Así llegamos hasta dos historias de oficio, comunes para cualquier estibador portuario, y sobre las que quisimos preguntar.

La vez que, como jefe de grupo de estibadores evacuó en Santa Lucía, con urgencia, un barco de sal, por problemas meteorológicos; y la madrugada de lluvia que salvó 20 toneladas de harina volcadas en la carretera, para que Sibanicú tuviera pan.

«Se volcó un carro de harina, llegando al circuito. Se le viró la carga al camión, la cama se pegó a las gomas. Eran 20 toneladas. 400 sacos de harina. Fuimos seis estibadores y tres operadores de montacargas, todos del puerto. Lo hicimos en dos horas, bajo agua. Fue engorroso».

«Los compañeros de la Policía Nacional Revolucionaria se quedaron asombrados cuando llegamos a las 11 de la noche, debajo de agua, y salvamos el camión ese, que no se mojó, e iba para Sibanicú. Terminamos a las dos de la mañana. No nos importó ni agua, ni mosquitos, ni madrugada».

«El chofer del camión volcado me preguntó si estaba de guardia, y le respondí: ¡yo para el Puerto siempre estoy de guardia! Nos dio la espalda y se echó a llorar. Sibanicú no dejó de comer pan».

A Ricardo también le preocupan cosas, la poca estimulación que reciben para trabajar, el bajo salario. «No hay personal para los tres turnos y estamos doblando».

Ricardo aprovecha el momento para contarnos algo que tiene a los estibadores de la Brigada Uno «un poquito adoloridos». «Cuando el ministro vino al Puerto de Nuevitas, queríamos entrevistarnos con él y no pudimos».

Rostro guajiro, causas justas y actitudes irreverentes. Ricardo nació en Camalote, la tierra de Sabino Pupo, y esa parece ser la herencia del líder campesino allá.

«Le he dedicado toda mi vida al Puerto de Nuevitas. Si la providencia me deja yo me jubilo aquí. Me siento contento – e hizo una pausa para regresar–, contento de ser obrero y estibador portuario».

 

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