Feb, 2022.- Reflexionar acerca de los defectos del socialismo no consiste en una propuesta de discurso subversivo, pero sí llamar la atención acerca de ciertas tendencias que lastran la eficaz puesta en práctica de un sistema social que trabaja por el bienestar colectivo.
Y es que a veces preferimos dar bondades a quienes nada aportan, solo como medida para evitar que historias de personas en una supuesta situación vulnerable sean tergiversadas por los enemigos de la Revolución y expuestas como violaciones a los derechos humanos en plataformas digitales y medios extranjeros.
Por ejemplo, como parte de la política para la atención al comportamiento de la dinámica demográfica, en el país se destinan anualmente millones de pesos a la construcción de viviendas y la entrega de recursos a madres con tres o más hijos menores de edad.
Esta es, sin dudas, una muestra del humanismo de la Revolución y ejemplo del empeño en no dejar a nadie desamparado. Pero a veces, algunas de esas madres en condiciones vulnerables se valen de ello para exigir al Estado mejores beneficios que otras, trabajadoras y que sí laboran por la planificación familiar y los métodos anticonceptivos, no pueden disfrutar.
No digo que sea la generalidad ni mucho menos, y alabo la intención del Gobierno cubano de proteger, sobre todo, a esos menores, pero también resulta oportuno reconocer que hay casos de mujeres que no laboran ni buscan opciones para mejorar sus casas o condiciones de vida, pero qué sí pueden darse el lujo, al parecer, de lucir uñas acrílicas, keratina en su cabellera y lo último en telefonía celular.
A este patrón podría añadir la generosidad del Estado, en mi opinión a veces sobredimensionada, con aquellas personas que invaden locales de instituciones, organismos y empresas para residir allí, incluso sin que estas estuvieran previamente abandonadas, como sucedió hace algunos años en Nuevitas con el Centro de Documentación e Información Pedagógica.
Y sí, algunas familias que sucumben a estas indisciplinas pueden estar pasando por una difícil situación habitacional o residiendo agregados, pero ¿cuántos nueviteros humildes, sacrificados y trabajadores, que día a día aportan a la economía del país desde la producción de bienes o la prestación de servicios, no viven en la misma situación, sin que por ello cometan tales ilegalidades?
Hacer cumplir la máxima marxista de a cada cual según su trabajo, a cada cual según su capacidad, debería extenderse, igualmente, al ámbito de los derechos, que exija quien aporte, pues de lo contrario caemos en la tendencia conocida como el síndrome del pichón, nada saludable políticamente hablando.
Si persiste el hábito de satisfacer desde el Estado las necesidades materiales de personas que no trabajan ni contribuyen socialmente, estas, como pichones en espera de su comida, nunca se atreverán ni dignarán a abrir las alas y emprender el vuelo hacia la autoresponsabilidad.
Eliminar subsidios y gratuidades es uno de los principios que defiende la Tarea Ordenamiento, pero creo que aún nos falta camino por recorrer. Dejemos los recursos y esos preciados millones de pesos para quienes verdaderamente lo merecen y necesitan.
El análisis oportuno de cada caso y vencer viejas concepciones derivadas del síndrome de fortaleza sitiada resulta hoy vital, al final de la historia la verdad aflora y el reconocimiento del humanismo revolucionario cubano no hay mentira en redes sociales que lo empañe.