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Ene, 2022.- Muchos de los grandes pensadores de la historia moderna suelen otorgarle un sitial supremo a las artes, dado por la noble clarividencia de su propia naturaleza en justo equilibrio con los conceptos sociales de una época, que si bien al hombre virtuoso le incita a enajenarse en cierto modo de las problemáticas sociales, no les exime de un compromiso leal para con los hombres de su tiempo, «muy a pesar de que el hombre virtuoso camina al lado de la sociedad, pero nunca dentro de ella», como señalaba el filósofo argentino José Ingenieros, hay hombres cuya consciencia social no se adormece, ni siquiera en esos instantes tan necesarios, para el artista, donde toca a la puerta de su espíritu, cargado de insomnio, el inusitado estigma de la creación.

Puede ser esta la génesis, y no otra, la que incitó a José Martí la escritura en solo siete días de su única novela Amistad Funesta, publicada en El Latino Americano, periódico bimensual, de vida efímera -órgano de la Compañía Hecktograph, de New York- que no se encuentra hoy en biblioteca pública alguna.

Además, no apareció con el nombre de su autor sino con el seudónimo de «Adelaida Ral», cuenta el también patriota Gonzalo de Quezada entre sus artículos publicados en Oberhof, 4 de julio de 1911, que se encontraba reordenando los archivos de su modesto despacho donde reposaba el periódico Patria, en New York, y encuentra traspapelada un gastado número del periódico con la edición capitular de la novela; Gonzalo de Quezada reconoció de inmediato el estilo narrativo del Apóstol, luego de releerla, se voltea y le pregunta: «¿Qué es esto, maestro?» Y Martí le responde: «Nada, recuerdos de épocas, de luchas y tristezas».

Así nació desde la memoria colectiva  para el Apóstol esta novela, en medio de una situación personal de angustia producto de las desavenencias con algunos líderes militares que persistían, ante el disgusto de Martí, en adelantar el levantamiento armado por la Guerra Necesaria, sin que las condiciones y circunstancias estuviesen bien creadas.

Intentos fallidos, que dieron la razón al genio intelectual, confinándose eso sí, en el trabajo creativo de esta obra literaria, motivado, además, por la imperiosa necesidad de sustento material.

Una obra por la que cobraría unos pocos duros, y que posteriormente sería desestimada, incluso por el propio autor, ofreciéndole y tal vez, para la crítica posterior un lugar inferior en relación a su plausible obra poética y ensayística.

No obstante, hay que tener en cuenta que la novela fue publicada con el seudónimo de Adelaida Ral por lo que resultaría tardía su inserción dentro de la obra martiana por editoriales y críticos.

Por otra parte la publicación de la novela data del 1885, en pleno vigor de las teorías literarias de evasión total, y la búsqueda de un mundo más bello y expresivo donde puedan refugiarse, escapar del mundo real, ante la predilección por lugares y sitios exóticos, por un mundo clásico y de corte renacentista e incluso por la Francia del Versalles durante el siglo XVII XVIII, abocadas en el movimiento Modernista, que contextualmente comienza en el 1880 hasta el período de la primera Guerra Mundial, y que si bien tuvo grandes aciertos estéticos, no predomina, sobre todo en la narrativa, un pensamiento elevado de corte social, sino muy al contrario, prevaleciendo los recursos técnicos en cuanto a herramientas fónicas, y cierta renovación del verso, en la poesía francesa, que tuvo de precedente al parnasianismo y el simbolismo en los llamados poetas malditos, germen para el modernismo de los autores de nuestro continente  Americano.

Tal vez estas dos razones: marco histórico y geográfico, determina en la crítica la afanosa peculiaridad de distinguir la novela Amistad Funesta como una obra «modernista».

Existen determinados parámetros que rigen su confección a tener en cuenta para su clasificación estética. La novela, cuya época no se especifica, pero de la que se presume, data de mediados del siglo diecinueve, entre la década del cincuenta y sesenta aproximadamente, en una región latinoamericana, comienza en una fiesta de matrimonio para una de las hermanas de Lucía Jerez que mientras beben té, discuten de la grave enfermedad de una de sus hermanas.

Mientras, en el salón, se dirigen a observar los cuadros de pintura que Lucía realizó en compañía de Juan y Pedro, quienes admiran y a su vez mofan de las creaciones de Lucía.

Después la historia nos remonta unos años atrás, contando la vida de la pequeña Sol del Valle, y sus esfuerzos personales ante determinadas precariedades, por recibirse de profesora en la escuela de señoritas para apostar dinero a su hogar.

La narración continúa con el concierto del famoso pianista Kellefy y la propia Sol del Valle que le acompaña al piano… la concurrencia queda absorta al escucharla y contemplar su extrema belleza.

En resumen Ana, Adela, Sol, Lucía, Juan y Pedro hacen una visita al campo, procurando mejoras en la enfermedad de Ana, que sufre de tuberculosis, la estancia se produce en las inmediaciones de una aldea de indígenas que Juan ha ayudado con la promulgación de una ley que les favorece con la propiedad de sus tierras.

Con el paso de los días Lucía, prometida de Juan, se siente cada vez más gris ante la belleza de Sol y los celos le corrompen la consciencia.

Ana desea una fiesta para sus amigos, se organiza, pero Lucía se presenta en medio del salón vestida de negro, toma un revolver, dispara a Sol quien cae muerta en el instante y en su intento por escapar, cae presa de la locura entre los brazos de Ana.

Un final muy trágico: la muerte de Sol y la locura de Lucía. La novela es sin lugar dudas un drama, si bien de corte psicológico, Martí evidencia en los personajes los rasgos más deplorables tanto como ensalza los más virtuosos.

Amistad Funesta si bien mantiene cierta alegoría o similitud con Ramona, de la escritora norteamericana Hellen Hunt Jackson publicada por primera ocasión en formato de folletín en 1884 en el Christian Union cosechando un gran éxito, novela que hace referencia a los abusos y mal tratos hacia los indios americanos; se establece en Amistad Funesta una marcada intención por realizar una vasta representación de los personajes y colocarlos de manera excepcional dentro de una trama para que el narrador, no infiera en demasía con una serie de datos o ventajas narratológicos, en este caso propias del narrador omnisciente, en referencia a los sucesos contextuales y análisis social de la época, que si bien son vastos en la novela, nunca prevalecen a la propia interacción de los personajes con la trama contextual.

Quiero decir con esto que es una obra más sugerente, y que el estilo ensayístico que Martí infiere para situarnos en el panorama latinoamericano de la época se muestra siempre a merced de la naturaleza psicológica de los personajes, que sugiere un campo de exploración inusitado.

Este recurso dual, muy bien equilibrado, es una virtud técnica del realismo psicológico en las novelas de Fiódor Dostoievski e incluso en Madame Bovary de Gustave Flaubert, novelas comprendidas dentro de la continuidad realista que enriquece el período romántico, cuya línea de flexión directa al romanticismo se hace casi inverosímil, si tenemos en cuenta que en el romanticismo si bien predomina la exaltación de los sentimientos a la razón, (germen común a los modernistas), nunca concilian para ello una evasión total con la realidad social de su época, como sí sucede con obras narrativas que distinguen el Modernismo: A Contrapelo, del escritor francés Joris-Karl Huysmans o El Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde.

Muestra de ello es el apogeo posterior del realismo en autores como Benito Pérez Galdós, ante el máximo romántico español, el poeta Gustavo Adolfo Becker o la transición estética por un mismo autor, como Balzac tras  La Piel de Zapa o el propio Víctor Hugo entre Nuestra Señora de Paris y Los Miserables.

El otro rasgo que debemos señalar, y que parte de lo antes establecido, es el tono melancólico durante toda la novela, para anunciar tragedia, la trama de la obra no describe sitios lúgubres, atmósferas típicas del alto romanticismo inglés, durante su período gótico, iniciado con Horace Walpole en su obra El Castillo de Otranto, sin embargo basta la representación de la mujer fatal, seductora sin reparos, tan plena de exotismo y virtud que simboliza en todo momento la sensación de tragedia a corto o largo plazo, esto es un rasgo significativo y propio durante el alto romanticismo inglés, obras que son la fuente de lo que conocemos en la actualidad como novelas de misterio e incluso marcaron precedente en la novela policíaca clásica, evolucionando hasta nuestros días en lo que hoy se enmarca dentro del género negro.

No hay que olvidar que Martí tradujo novelas de este género, como fueron las obras del novelista inglés Hugh Conway y que el pronunciado rasgo psicológico en Amistad Funesta es también una variante o sub género del suspenso oscuro tan popular durante el romanticismo.

El otro rasgo de análisis y no menor, lo constituye el estilo clásico en que está escrita la novela, en primera y tercera persona, con un narrador que funge de interlocutor para ofrecer información, caracterizar los personajes e incurrir en el panorama literario socio histórico de América Latina y todo esto marcado por un lenguaje denso, propio de una estructura barroca, muy similar a Víctor Hugo (no podemos olvidar la admiración que Martí le meritaba), que en algunos casos dificulta la lectura, prevaleciendo la capacidad descriptiva y la exploración total del lenguaje, sin acudir a la adjetivación precisa y fónica, perdurable al rimo interno, de los Modernistas, cuya rebeldía y frescura del lenguaje, se hace pronunciable, incluso en la prosa.

Por último y tal vez el rasgo más destacable, que trasciende a la estética de la novela, es la naturaleza del propio autor, no hay que olvidar que el movimiento modernista lo distingue el color azul y el cisne.

El azul significa para ellos: libertad, plenitud, más una libertad siempre condicionada a la negación y evasión total con la realidad circundante y el cisne simboliza la tendencia a lo aristocrático en oposición a los burgués y la novela Amistad Funesta tiene un evidente carácter liberal, escrita por un hombre cultivado por ideas anticolonialistas, opuesto radicalmente al colonialismo monárquico español.

A grandes rasgos y ávida de estudio y réquiem la novela del Apóstol es una obra brillante, que merece por estas y muchas otras razones un sitial supremo entre las novelas eso sí, del período romántico, escritas en español y que merece ser estudiada y debatida a profundidad, junto a Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde, la otra gran novela cubana del siglo XIX, y en especial validarla como la pionera sino como una de las primeras novelas psicológicas latinoamericanas.

Una obra digna de enaltecer a nuestro Apóstol que aún desde la melancolía iluminada de su espíritu refleja la grandeza de su genio literario.

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