Ene, 2022.- La idea de unos espaguetis con queso, gracias a la entrega reciente de un nuevo módulo de alimentos gratuito, se vislumbraba muy tentadora en mi cabeza, pero cuál no sería mi sorpresa al descubrir que para complacer al estómago tendría que desembolsar más de 100 pesos por una libra del preciado producto.
El tema de los precios sigue en el boom del momento en la sociedad nuevitera, porque cuando ya nos íbamos acostumbrando a ciertos costos elevados de la vida cotidiana, viene otro golpe al bolsillo trabajador que nos deja con la boca abierta y la certeza de que aquí ya no hay nada seguro desde el inicio del ordenamiento monetario y en medio de una economía en crisis.
Retomo el tema a propósito del incremento del precio de los productos lácteos, sobre todo del queso y el helado, y es que tal parece que el nuevo candidato a mamífero nacional ya no produce leche, sino oro blanco.
Quizás sea una estrategia para eliminar colas y así evitar la transmisión del nuevo coronavirus, porque lo cierto es que desde inicios de este año la presencia del queso frescal en los mercados nueviteros ya no origina aglomeraciones.
Lo mismo sucede en la heladería El Puente de esta ciudad costera, donde el Tres Gracias, única presentación disponible del gustado dulce, ronda los 16 pesos.
Esta realidad no es solo una problemática local, sino que se extiende a lo largo y ancho del país, aunque en cada lugar adquiere matices peculiares.
La razón de tal incremento está en el aumento del pago del litro de leche a los ganaderos como parte de las medidas para fomentar mayores rendimientos, una decisión que ya cosecha sus frutos con el cumplimiento de los planes.
Pero lo que muchos no habíamos calculado es que esa medida beneficiosa también incrementa los costos de producción de otros surtidos del Combinado Lácteo local, una consecuencia para la que nadie nos preparó.
Claro, es totalmente lógico que, si la materia prima aumenta de precio, la elaboración final también lo haga, porque a fin de cuenta se deben suplir los costos de su elaboración, y lograr una libra de queso requiere del procesamiento de cinco o seis litros como promedio.
Sin embargo, no creo que dar continuidad a esta cadena sea la respuesta, porque al final el principal perjudicado es el pueblo.
Habría que analizar cuánto gana la Empresa de Comercio y Gastronomía con este nuevo sistema, pues tal vez sea más factible cobrar un poco menos pero que la mercancía sea muy demandada, a correr el riesgo de que el surtido se eche a perder por lento movimiento, como dicen ha sucedido.
El problema de la productividad, creo yo, no se resuelve solo con elevar los precios para beneficiar a los productores, porque siempre habrá intermediarios que los superen, y es que si hoy la industria paga el litro de leche a 20 pesos, en la calle, como popularmente se dice, está a 30.
Se trata de una cadena que no tendrá fin si no se pone empeño en otros mecanismos como el comprometimiento de los campesinos con el cumplimiento de los contratos, la aplicación de sanciones correctivas severas a los incumplidores y la creación de un sistema de confianza productor-comprador estatal que potencie el fortalecimiento del vínculo, como el pago oportuno y el acceso a otros beneficios materiales que hagan los planes oficiales mucho más tentadores.
Equilibrar la balanza entre productor-comprador-consumidor no es nada fácil, pero la economía cubana no puede seguir sustentándose en aumentos irracionales de los costos cada vez que se busque motivar a los primeros al cumplimiento.
En el proceso de formación de nuevos precios no se debe pensar solo con el bolsillo, sino también con el corazón, porque, incluso con la reforma salarial, no todos pueden darse el lujo de comer hoy espaguetis con queso.