Ago, 2022.- Los rompientes son peñas o escollos que baten las olas. Algunos los consideran bajos o costas donde cortado el curso de la corriente de las olas desgarra y se levanta el agua.
Tales accidentes imprimen singular belleza a la franja costera, de modo que se cambia la monotonía de la orilla plana y se distinguen majestuosos, como colosales monumentos. La bahía de Nuevitas es privilegiada por la presencia de estos curiosos rompientes.
El proceso de estallido de la ola implica la liberación de su energía, que puede entonces realizar trabajo en términos de erosión de los acantilados y movimiento o transporte de material de playa. El modo en que desgarra la ola, el tipo de rompiente, también denominada cachón resultante, y la consecuente capacidad para ejecutar trabajo y modificar la línea de costa depende de la altura inicial de los embates y de la pendiente de la playa o el acantilado.
Las olas altas que se aproximan a las playas llanas, como las de la bahía citadina, suelen crear rompientes de derrame, que empiezan a una distancia considerable de la costa creándose así en su cresta una espuma que se extiende gradualmente sobre la superficie descendente.
La curiosa bahía de bolsa -la segunda de bolsa más grande de Cuba-, y que sirve de escenario a la vida y obra de los lugareños, es privilegiada al contar con innumerables rompientes.
Muy significativos son los que, a manera de grandes rocas, dan la bienvenida a los visitantes por mar al arribar al lugar principal de acceso a la ensenada, conocido como La Boca, lugar en el cual se crea una exuberante masa espumosa resultante del choque entre las olas y la masa rocosa.
Hermosos son los rompientes que presencian los nativos y foráneos al visitar las playas Punta Gorda y Varaderito, lugares en que la majestuosidad hace galas de aristocracia al cobrar forma en los altos paredones que bordean los balnearios, repletos de personas de todas las edades en la etapa estival.
Otras barreras se producen en las conocidas Punta del Guincho y la Playa de las Piedras, nombradas así por los peñascos que la adornan y en donde se producen significativos rompeolas para hacer todo un espectáculo, al ser objeto de distracción de pequeños que se dejan arrastrar por el rezague de las marejadas.