Dic, 2021.- “Tuve la dicha de estar dos veces cerca del Comandante en Jefe Fidel Castro, hechos que me comprometieron con la Revolución cubana y el magisterio”, cuenta la nuevitera Guadalupe Soto Infante mientras afloran lágrimas por la emoción del recuerdo.
“Esos momentos fueron al terminar la Campaña de Alfabetización y cuando me gradué como Licenciada en Educación Primaria”, especificó.
Transcurría el año 1960 cuando Guadalupe tenía 14 años y Fidel convoca a los jóvenes con algún nivel escolar a llevar sabiduría a cada rincón de la mayor de las Antillas. Ella cursaba la secundaria básica e inmediatamente se inscribió en la brigada Conrado Benítez.
Cuenta que era única hija, razón por la que sus padres no querían que se separara de ellos pero su fuerte voluntad la hizo cumplir la tarea.
“Después del entrenamiento en Varadero, durante 21 días, donde nos dotaron de las premisas para enseñar a otras personas con la cartilla Venceremos y el manual para enseñar a leer y escribir, me ubicaron en el central Senado en la colonia cañera Chaparina, zona donde los campesinos cosechaban caña y la hacían llegar al central para que la molieran”.
Así narra su primera experiencia en el campo, “yo radicaba con una familia muy humilde en una casa de guano, techo cobijado y piso de tierra, me prepararon una habitación y me recibieron con mucho cariño. Era un matrimonio con dos hijos, una niña y un niño de aproximadamente nueve y seis años, respectivamente.
Cerca de allí vivía una hermana de Nina, la señora de la casa, y que al igual que los otros adultos no sabía leer ni escribir y por eso la invité a que asistiera a las clases que tenían lugar en las noches porque durante el día el padre de la familia trabajaba”.
En aquel entonces allí no había luz eléctrica pero su farol le permitía impartir las clases.
“Esta tarea me despertó un interés muy grande por enseñar a otras personas, de ahí mi interés en luego prepararme más para convertirme en maestra.
Casi al terminar la Campaña de Alfabetización nos plantean que debemos hacer una evaluación para determinar el nivel de conocimientos que tenían los alumnos, ya ellos en cuatro meses sabían escribir sus nombres y apellidos, y leer diferentes textos porque le pedía a mi mamá que en sus visitas cada 15 días me llevara diferentes revistas y periódicos para que no fueran solamente los establecidos, sino ampliar sus conocimientos, alternativa que a ellos les gustaba mucho”.
A unos kilómetros había una escuelita rural para los niños, fundamentalmente, creada entre los años 1959 y 1960, que no funcionó durante la campaña, por eso Soto Infante sumaba a esos estudiantes al mediodía para que perfeccionaran su lectura y escritura, y algunos cálculos, lo que propició que en 1961 no solo sus padres tuvieran los conocimientos sino los niños también.
“No se profundizaba mucho en las matemáticas, aunque en sentido general los adultos tenían conocimientos de los números debido a su vida práctica y sumaban y restaban.
Al concluir la Campaña de Alfabetización dejé atrás a la familia que me acogió en su seno, de ahí que mantuvimos vínculo posteriormente y nos visitábamos”.
La vida de Guadalupe como educadora aún tenía mucho más que recorrer, luego se incorporó a estudiar magisterio, inicialmente como maestra primaria, nivel educativo en el que laboró por más de cuatro décadas.
“Cuando me gradué hice el servicio social en la escuela Las Marías en Santa Lucía y posteriormente laboré en Nuevitas en Amistad con los Pueblos y Antonio Maceo.
Asimismo hizo la licenciatura en la Educación Primaria, como parte del primer contingente de maestros que alcanzaron ese título, graduación en la que tuvo lugar en el teatro Karl Marx, en La Habana y en la que estuvo presente Fidel”.
Tuve la dicha, cuando terminó la Campaña de Alfabetización en diciembre de 1961, de estar en la plaza junto a otros jóvenes donde se encontraba el Comandante en
Jefe Fidel Castro, y se declaró a Cuba Libre de Analfabetismo, y a coro expresábamos: “¿Dime qué otra cosa, Fidel, Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer?”.
A lo que él respondió: “lo otro que van a hacer es estudiar”.
Y ahí estuvo el compromiso de Guadalupe, quien se superó y formó desde las aulas a diversas generaciones, y como dirigente en centros educacionales, trayectoria que a su consideración es “una Revolución incesante donde de un nivel tan bajo que tenía la población, al cabo de 60 años, puede apreciar la preparación de todos, lo que constituye un factor fundamental para el desarrollo del país”.
Hoy peina canas, son ya 76 años de edad pero, sin dudas, justo este 22 de diciembre, cuando se cumple un aniversario más de que Cuba se declarara Territorio Libre de Analfabetismo afloran todos estos recuerdos llenos de emociones, como al instante de la entrevista que hoy nos permite contar su historia.