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Ago, 2022.- La historia no es mera asignatura obligatoria en la enseñanza cubana, sino un espejo donde embebernos de saberes que nos ayuden a comprender el presente y construir el futuro.

El Comandante en Jefe Fidel Castro siempre abogó por su estudio e importancia porque en ella encontró las claves para emprender el camino hacia una sociedad mejor.

No es casualidad que hable hoy de la historia, sino justificación para demostrar que en cuestión de agresiones extranjeras solapadas contra la soberanía de la isla no hay nuevos guiones, sino la adaptación de los viejos manuscritos al contexto actual y a un escenario marcado por el auge de las nuevas tecnologías.

Y es que los disturbios del 11 de julio del pasado calendario, y la mano detrás de ellos, no son cosa nueva. Ya en 1994, el 5 de agosto específicamente y en pleno Periodo Especial, actos violentos y vandálicos habían bañado de palos y piedras el Malecón habanero en una protesta con causas económicas, pero con fines políticos, amañada desde Estados Unidos.

El maleconazo, así se le conoce al hecho que antecedió a la crisis de los balseros, cuando el Gobierno decidió eliminar las restricciones a las salidas ilegales y retó al entonces presidente norteamericano Bill Clinton a aceptar a todos los nacionales que desearan llegar.

El tiro les salió por la culata, como decimos en buen cubano. La idea inicial al lanzar por Radio Martí la convocatoria a reunirse en el Malecón para abordar unos barcos que llevarían a los descontentos hacia el sueño americano era promover ante la comunidad internacional la imagen de que el pueblo de la Mayor de las Antillas estaba contra el Estado.

Más la respuesta de Fidel, al presentarse en las calles habaneras y hacerles frente, y luego su decisión de abrir las fronteras marítimas a todo el que deseara irse, fue un espaldarazo para los planes desestabilizadores gestados en el norte.

¿El resultado? Pues más de 30 mil inmigrantes, lanzados al agua en balsas rústicas e inseguras, fueron internados en bases militares norteamericanas en Guantánamo y Panamá ante la imposibilidad del gobierno yanqui de alojarlos.

Al final la Casa Blanca se vio obligada a la firma de nuevos acuerdos migratorios para normalizar el flujo legal entre ambos países, aunque a la larga la propia historia demostró el incumplimiento de dichos convenios por parte de los norteamericanos.

Hoy tales acontecimientos se convierten en supuestas motivaciones para volver a convocar a acciones violentas y de desestabilización en Cuba, como si el llamado a enfrentar al pueblo y al caos resultara algo de alta moral.

Una rápida búsqueda en Google muestra cómo medios con una notoria agenda editorial contraria a la Revolución hacen del maleconazo un hecho histórico. ¿Acaso apedrear y robar tiendas es algo meritorio en la búsqueda de la supuesta libertad?

Los sucesos de 1994 pasaron a la historia como el día de otra gran batalla ganada por el Comandante en Jefe, que con su presencia en la manifestación pacificó a los insatisfechos.

El de este 2022 será otro maleconazo, pero no uno que irradie odio y enarbole consignas groseras e indecentes, sino uno de Victoria Popular, de acompañamiento y unidad.

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